¿Dónde estamos y dónde debemos estar los/as profesionales de la salud en tiempos de crisis?
Como el resto de la sociedad desarrollada occidental, los/as profesionales de la salud estamos sumidos en la contradicción, en la paradoja de no ser tan felices como se podría esperar al poder disfrutar de unos niveles de vida y de protección social mejores que nunca.
Sumidos en la incertidumbre, porque no estamos seguros de lo que espera la sociedad de nosotros: Si debemos complacer los estándares de calidad de quienes se lo pueden pagar todo, o si debemos prolongar la vida en buena salud de la mayoría de las personas. Si debemos seguir siendo cómplices de la banalización de la asistencia sanitara y de la medicalización de la vida cotidiana o si debemos denunciar los excesos de las estructuras tecnológicas, financieras y profesionales que pretenden hacer negocio a base de mantener a la sociedad amedrentada con la amenaza de riesgos para su salud reales o ficticios. Si debemos ser coparticipes de la gestión que recorta en sanidad y en servicios sociales, o si debemos denunciarla y salir a la calle.
¿Es posible agarrarse a alguna certeza? Es comprensible la desorientación personal y profesional en un mundo donde la vida se valora de manera diferente. No vale lo mismo, aquí, en el País Vasco, que en Malí, o en Afganistán, o en Ciudad Juárez; hay lugares donde millones de niños y niñas mueren de hambre, mientras en otras se derrochan alimentos, haciendo de la obesidad un problema; incluso dentro de la misma sociedad, las garantías jurídicas no son iguales para todas las personas; hay lugares donde se viola el derecho a la vivienda o donde la protección de la salud no es la misma para la población inmigrante que para la autóctona, ni para las personas más favorecidas económicamente que para las menos.
La sociedad valora mucho nuestro trabajo como profesionales de la salud: nuestra destreza técnica, nuestros conocimientos y nuestra cercanía. Es una confianza que no podemos defraudar en tiempos de crisis y que trae como consecuencia que nos debamos implicar en la búsqueda de actuaciones que aminoren el sufrimiento de las personas más desfavorecidas de la sociedad y que denuncie las consecuencias de la confusión política y del desorden asistencial. ¿Desde qué posiciones? ¿Cuáles son las pocas certezas donde apoyarse?
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