Covid-19: Certezas, incertidumbres y problemas que plantea
Desgraciadamente las certezas son pocas porque se trata de un virus nuevo (en realidad una variable de un grupo bien conocido, los coronavirus). En todo caso sabemos que su difusión es muy grande, que existe un porcentaje elevado de los infectados que no muestran síntomas, o muy pocos, y que los efectos graves y la letalidad se focalizan en las personas con más edad y con pluripatología (es decir, como casi todos los virus), mientras que los niños o no padecen enfermedad clínica o se contagian muy poco (no hay estudios contundentes sobre el tema, aunque no está notificado ningún caso de muerte por debajo de diez años). Por otro lado, tiene un periodo de incubación que puede prolongarse hasta 14 días, aunque se han notificado algunos casos en que este ha sido mas prolongado.
En última instancia se desconocen los efectos para la salud global de la pandemia y no se conocerá bien hasta el próximo año si aumentó la mortalidad total (en China llevan 81.077 casos y 3.218 muertes en un país con 1.395 millones de habitantes, y si como se dice el virus está en disminución, el impacto sobre la mortalidad anual será bastante reducido); pero es evidente que en países como Italia o España tendrá un impacto mayor. Algunos autores han realizado previsiones matemáticas muy minuciosas, pero todas ellas tienen un importante grado de incertidumbre con el que hay que contar, por lo que deben ser vistas con prudencia. Todo ello debe verse con cierta cautela, porque como dice el último numero del New England (12/3/2020): “La historia sugiere que tenemos un riesgo mucho mayor de temores exagerados y prioridades equivocadas”.
No se conoce si la pandemia desaparecerá totalmente después de alcanzar su máxima expansión, o se quedará como una epidemia estacional o incluso como una enfermedad endémica. Y si bien existe la idea de que, como sucede con la mayoría de los virus respiratorios, la transmisión y la enfermedad tenderán a desaparecer cuando se eleven las temperaturas, lo que se corresponde con su escasa incidencia hasta el presente en el hemisferio sur, no podemos garantizar que sucederá así.
Por otro lado, no se ha encontrado un tratamiento específico si bien se han ensayado varios, pero todos ellos están en fase de prueba por lo que los resultados no son hasta ahora concluyentes, y no se sabe si se producirán antes de que remita la pandemia. Lo mismo puede decirse de la vacuna, en la que obviamente se esta trabajando mucho en este momento pero que parece poco probable, aunque no imposible, que se desarrolle antes del verano.
Tampoco está clara cuál es la mejor estrategia para parar su transmisión, ya que se han ensayado dos modelos poblacionales: el de China, aislando rigurosamente a grandes grupos de población, y el de Corea, que ha ido a identificar todos los casos mediante la realización de test generalizados, focalizándose el aislamiento sobre los positivos y sus contactos. En todo caso, es evidente que reducir los contactos de las personas infectadas y de todas las personas es una manera eficaz de cortar la cadena de transmisión y, por lo tanto, ambas estrategias son útiles y deben de valorarse de acuerdo con la situación concreta de cada país; obviamente, cuanto antes se pongan en marcha, antes se lograra la contención. De todas maneras, y como el periodo de incubación es de alrededor de 14 días, cualquier actuación de este tipo no es de esperar que tenga un impacto razonable antes de este plazo.
Conviene recordar que el número de casos detectados a 23/3/2020 es de 33.089 (71 por 100.000 habitantes) y la mortalidad de 2.182 personas (4,6/100.000), si bien 10.575 de los infectados y 873 fallecidos están en la Comunidad e Madrid (160,2 y 13,2/100.000 respectivamente). Es evidente que las tasas poblacionales todavía no son muy importantes, pero en el caso de la Comunidad de Madrid superan a las de China, y por otro lado ya se ha señalado que lo esperable es que los casos, y desgraciadamente también los fallecimientos, se incremente en los próximos días. Lo más preocupante es el aumento de los fallecimientos, porque el aumento de casos probablemente se debe a que se están realizando más pruebas, y por lo tanto se detectan casos que antes pasaban desapercibidos.
Por otro lado, la elevada letalidad de Italia y España probablemente está relacionada con dos circunstancias: el porcentaje de afectados mayores de 80 años es muy elevado en ambos países (cinco veces más alta en Italia que en China, España no facilitó datos etarios hasta el pasado sábado y con ellos parece confirmarse esta hipótesis: más casos en mayores de 80 años y mayor letalidad en este grupo de edad), y ahí entra el papel de los casos en las residencias, y la baja dotación de camas/1000 habitantes de ambos países (España 3, Italia 3,2, China 4,3, Corea del Sur 12,3; promedio OCDE 4,5 y UE 5,5).
Conviene ser conscientes de que la magnitud de la enfermedad ha sido magnificada por los medios de comunicación por el sencillo método de retransmitir las muertes y los nuevos casos casi de uno en uno, con lo que el impacto parece mucho mayor y se ha favorecido cierto pánico entre una parte de la población, por suerte no mayoritaria, pero que ha presionado de manera significativa a los centros sanitarios.
Porque esta es otra parte, quizás la más relevante, de los problemas que enfrentamos: la capacidad del sistema sanitario público para responder de una manera eficaz y de garantizar una asistencia sanitaria de calidad. Y aquí sí que se están observando diferencias entre autonomías, porque, aunque la sanidad pública fue sometida a un proceso de recortes, deterioro y privatización casi generalizada, este proceso no tuvo el mismo impacto en todas las comunidades. Y Madrid es un ejemplo relevante de esta agresión, porque se disminuyó el presupuesto, el número de trabajadores del sistema sanitario y se cerraron muchas camas; es decir, se mermó de una manera significativa y poco responsable la capacidad de respuesta del sistema sanitario público. Es probable que ello haya influido en la especial incidencia del virus en la región, y en los problemas de saturación de los centros que se están viviendo estos días. No menos relevante es el problema de las residencias privadas, con un deficiente control de las administraciones públicas, a pesar de las numerosas denuncias que pueden certificarse en las hemerotecas, y que probablemente han empeorado la situación por tratarse de unas personas de extremo riesgo.
De esta epidemia, que pasará, como todas aquellas de las que hay referencia histórica, deberíamos extraer algunas conclusiones. La primera tiene que ver con los riesgos de pandemias que existen hace tiempo. La OMS señalaba en 2018 que “Hay una necesidad no satisfecha de invertir más en la preparación para grandes epidemias y pandemias”. Y alertaba de que los cambios en el ecosistema y la globalización favorecían la aparición de pandemias ya en 2009, por lo que deberíamos estar atentos y prepararnos para nuevas pandemias en años no muy lejanos, porque básicamente desconocemos cuándo va a aparecer un nuevo agente infeccioso de rápida propagación. Teniendo en cuenta las necesarias precauciones al hacer predicciones, lo mas probable es que se presenten si el mundo, la globalización y nuestro modo de vida no cambian radicalmente, lo que a corto plazo no parece probable.
La segunda y no menos importante es que necesitamos de unos potentes servicios públicos, especialmente de una potente sanidad pública, si queremos tener capacidad de respuesta ante estos imprevistos, porque el sector privado se basa en los beneficios y atiende a las demandas económicamente solventes (en castellano, a las de los más ricos), pero no a la protección de la salud de todos, sin exclusiones ni discriminaciones, y eso es clave ante epidemias y enfermedades infectocontagiosas.
Y la tercera es que tenemos una población de la que podemos sentirnos orgullosos, por supuesto, entre ellos los trabajadores del sistema sanitario público; pero no sólo ellos, porque hay mucha gente que está dando la cara día a día, con menos visibilidad, pero no menos eficacia: empleados de alimentación, transportes o seguridad, servicios básicos en suma que nos siguen garantizando nuestra vida normal y todo aquello a lo que no damos importancia porque no nos falta: luz, agua, telefonía, etc.
Entre todos y todas podemos derrotar la pandemia porque, como ya dijo Roosevelt, “a lo único que hay que tenerle miedo es al miedo mismo”. Ahora se trata de ser responsables, de seguir las recomendaciones de las autoridades sanitarias y de saber que sólo con solidaridad y disciplina conseguiremos vencer a la pandemia.Viviendo una época de héroes
Hemos tenido que llegar a esta situación de catástrofe para tomar conciencia de que el sistema de salud público se ha mantenido, sobre todo, a base de estos héroes.
Héroes que han sufrido, en su trabajo, las dificultades (e incluso las críticas de los usuarios) de unos recortes económicos de los que no eran responsables.
Héroes que no se han echado atrás en esta lucha contra la pandemia y que incluso han caído en ella.
Nadie ha querido ser héroe por capricho. A esta situación no sólo se ha llegado por el COVID 19 sino también por el progresivo desmantelamiento del sistema sanitario público. ¿dónde están ahora esos famosos convenios de colaboración de la sanidad privada con la pública que iban a solucionar las listas de espera?
Héroes que tienen que sacrificar su vida familiar y vivir en la soledad para cumplir con la responsabilidad de no extender el contagio
Héroes que están trabajando en situaciones terribles de horarios largos y abrumadores, con escasos recursos y medidas de protección.
Que nos quede claro que nadie ha querido ser héroe por capricho y que a esta situación no sólo se ha llegado por el COVID 19 sino también por recortes económicos, disminución de profesionales, falta de previsión y organización y en fin, por el progresivo desmantelamiento del sistema sanitario público.
Por cierto, ¿dónde están ahora esos famosos convenios de colaboración de la sanidad privada con la pública que iban a solucionar las listas de espera?
Saldremos de esta situación, ¿pero olvidaremos a nuestros héroes, corregiremos los errores pasados?
Un hotel no es un hospital
Que la Sra. Ayuso haya puesto al frente de la respuesta a la crisis a Antonio Bargueño y que su consejero de Hacienda sea Javier Lasquetty no hace prever nada bueno, porque han sido 2 de los artífices de las medidas de privatización y recortes de la Sanidad Pública que han disminuido su capacidad de respuesta en momentos de crisis como el actual, y han demostrado sobradamente que anteponen los intereses del sector privado sobre los de la salud de la población. Hay que cambiar de política y de políticos, necesitamos una apuesta contundente y mantenida sobre unos servicios públicos de calidad porque son la garantía de una respuesta eficaz y de calidad, para todos y todas, especialmente para los que no huimos a escondernos en Marbella en urbanizaciones de lujo cuando llega un momento de peligro.
¿Por qué es fundamental la Sanidad pública?
La Sanidad pública es un servicio fundamental para la población porque garantiza el derecho y el acceso de toda la población a prestaciones sanitarias de calidad, sin barreras económicas y permite una sanidad universal y de calidad a la que tienen acceso todos/as de acuerdo con su necesidad sin que la situación económica sea una barrera de acceso. En esencia se trata de dar a toda la población servicios sanitarios según sus necesidades y recibir, en su financiación, de acuerdo con sus posibilidades, un gran acuerdo social en el que los mas sanos y con mejor situación económica hacen un esfuerzo solidario con las personas mas enfermas y con menos recursos. Al final, una base de la justicia y la democracia social, por eso es clave su mantenimiento y por eso todos los organismos internacionales (ONU, OMS, etc) defienden la importancia de potentes servicios sanitarios públicos como garantía de la convivencia, de la salud, la sostenibilidad y el desarrollo social y económico.
Por eso nuestro sistema sanitario tiene tan buen aprecio internacional y es envidiado en general en casi todos los países del mundo, y en las comparaciones internacionales se sitúa en los 10 primeros puestos del mundo.
Por eso precisamente también, es evidente la irresponsabilidad de quienes han jugado a deteriorarlo, recortar sus estructuras (en Atención Primaria, en hospitales, en personal, en medios, etc) y en privatizarlo con la excusa de una supuesta eficiencia del sector privado que nunca se ha demostrado, ni en España ni en ningún país del mundo.
La pasada crisis sirvió de excusa para recortar los fondos del sistema sanitario público que aún están por recuperarse, y esos recortes se concretaron en una disminución importante de los trabajadores de la Sanidad Pública (más de 55.000 en el momento álgido), de cierres de camas hospitalarias (12.079 menos entre 2010 y 2019) y un largo etcétera en el que lo menor no fue la implantación de copagos sobre los medicamentos que produjeron que 1,4 millones de personas no retirasen, por motivos económicos. Medicamentos prescritos, con los potenciales efectos lesivos sobre su salud que conlleva.
Pero, además, se incrementaron las privatizaciones, con lo que se produjeron sobrecostes y se debilito aún más los ya debilitados servicios sanitarios de gestión pública, y de manera general se empeoro la calidad de las prestaciones asistenciales. Todo ello con grandes beneficios de las empresas privadas y además favoreciendo la presencia de hegemónica en el sector de grandes multinacionales que tienen una capacidad cada vez mayor de condicionar las políticas sanitarias públicas.
En términos generales este ha sido el panorama, empeorando de manera global la Sanidad Pública aunque con grandes diferencias entre CCAA. Esta política ha debilitado la capacidad de respuesta del sistema sanitario ante situaciones críticas, reales o sobredimensionadas, porque ya esta funcionando de manera habitual al límite de su capacidad. La epidemia actual lo esta poniendo de relieve, los centros sanitarios públicos, especialmente allí donde la política de recortes y privatizaciones ha sido mas agresiva, como sucedió en Madrid, están siendo sometidos a un muy duro estrés que les esta llevando a situaciones limite, que se están sobrellevando gracias a la dedicación y el esfuerzo de los profesionales sanitarios que hacen gala de una entrega que es de agradecer y que la sociedad debería recordar cuando pase la crisis.
Parece una ironía, si no fuera realmente un insulto que la "adicta a los atascos" que preside la Comunidad madrileña, haya echado mano en este momento precisamente de Antonio Bargueño, uno de los principales responsables del deterioro que hoy viven los centros sanitarios públicos de la región, y que todo apunte a que su formula de afrontar la situación sea mas privatización, mas derivación de recursos hacia el sector privado y más desamparo y deterioro de la Sanidad Pública. No tenemos que engañarnos, el sistema sanitario público esta respondiendo, con esfuerzo y abnegación, y demostrando, una vez más, que cuando hay un serio problema de salud, real o sobredimensionado, es el único con capacidad de respuesta, porque solo la Sanidad Pública es capaz de anteponer la salud de la población por delante de la rentabilidad económica o los beneficios empresariales.
Gestionar, escuchar, motivar
Pero ¿cómo conseguimos retomar el liderazgo y la motivación de los equipos de Atención Primaria?
Para ello necesitamos, en primer lugar, gestores que crean en la fortaleza de la Atención Primaria y trabajen por ella, que gestionen y organicen, para marcar unas directrices claras a los equipos de Atención Primaria, apoyando a los coordinadores o directores, para que dinamicen la organización, el funcionamiento de los sanitarios y fomenten el trabajo en equipo.
Si queremos que esta organización sea efectiva, la planificación desde la Gerencia debe ser solo el primer paso. Para que los equipos de Atención Primaria la hagan propia, es imprescindible que los gestores y sus técnicos entiendan que una parte importante de su trabajo está en los centros de salud, donde deben acudir periódicamente a conocer de primera mano los problemas reales de los sanitarios y sus necesidades, tanto asistenciales, como de recursos, formación, docencia e investigación. Así podrán planificar adecuadamente, ajustándose a las necesidades reales de los sanitarios y la población a su cargo, evitando hacerlo de forma teórica desde los despachos.
De esta manera, los gestores podrán fomentar las propuestas que surjan desde los centros de salud. Sin duda, todo profesional que percibe que se le tiene en cuenta, que aprecia que es escuchado y respaldado en sus iniciativas, se implica más, participa activamente en la organización, la siente como propia y se siente motivado para llevarla a la práctica.
En este sentido, es imprescindible apoyar las iniciativas de aquellos sanitarios más emprendedores; no nos podemos permitir que un sanitario emprendedor pierda la iniciativa porque no es apoyado desde la Gerencia, pues si lo descuidamos corremos el riesgo de enviar a un profesional más a la larga lista de trabajadores desmotivados y quemados por el sistema.