Tratamientos y vacunas contra la COVID-19: polémicas y contrainformaciones {flike}
La pandemia por el coronavirus ha puesto en marcha una serie de polémicas y de informaciones y contrainformaciones sobre los tratamientos y las vacunas de la enfermedad. Como es obvio la industria farmacéutica no ha perdido el tiempo y se ha puesto las pilas en un asunto en el que los beneficios prometen ser espectaculares.
Primero hablemos de la vacuna. En enero pasado una información proveniente de China señalaba que la vacuna estaría en 40 días, el 3 de marzo se cumplió ese plazo, y hoy, 4 de junio, todavía la citada vacuna ni está ni se la espera. Obviamente hacer una vacuna eficaz es muy complicado y aunque se investigue mucho y se produzcan avances hay que garantizar una vacuna que consiga anticuerpos y que se mantengan en un tiempo razonable, a más de que no tenga efectos secundarios relevantes y un sistema de producción y un coste que hagan viable su administración a una gran masa de población (cientos o miles de millones de personas). Por supuesto todo ello conlleva un largo proceso, ya se ha dicho que es raro conseguir una vacuna en menos de 4-5 años y que a veces no se consigue aunque se busque (la vacuna del VIH por ejemplo lleva decenios de búsqueda).
“Guerras sucias” de las multinacionales farmacéuticas
El caso de los tratamientos es todavía mas confuso y en el se están viviendo las maniobras y las guerras comerciales. Hace pocos días (22/5/2020) la revista The Lancet publicó el artículo Hydroxychloroquine or chloroquine with or without a macrolide for treatment of COVID-19: a multinational registry análisis que es un buen ejemplo de lo que son las “guerras sucias” de las multinacionales farmacéuticas que se caracterizan no solo por magnificar los propios productos, sino también por descalificar los posibles competidores. El estudio realizado por Surgisphere, una empresa de análisis de datos de salud de USA, que bien pudiera responder a intereses ocultos, daba resultados que a todas luces no se corresponden con la realidad, por e.j., en Australia señalaba más muertes que los casos detectados, y asimismo se referían dosis de hidroxicloroquina muy superiores a las consideradas aceptables y que podría haber producido toxicidad no tanto por efecto del fármaco en las dosis establecidas, sino por su manejo inapropiado.
No es el primer caso que aparece ya que otro de los fármacos más empleados, el remdesivir también tiene publicaciones contradictorias en cuanto a su eficacia, y ahora parece que quiere introducirse el uso de osetalmivir (el Tamiflu © ya utilizado en la gripe AH1N1). Aparte de que la hidroxicloroquina pueda ser sospechosa por la afición que le tiene Donald Trump, es evidente que esa no es una prueba científica a favor o en contra de su utilidad, y que hay analizar los datos con ecuanimidad, por otro lado las noticias, más o menos falseadas sobre eficacia y riesgos de cada tratamiento tienen grandes impactos en la bolsa y en los negocios de las compañías farmacéuticas. Lo único real es que hasta el momento no existe un tratamiento especifico validado, y que lo publicado no parece recoger efectos curativos de los medicamentos evaluados, que en los casos mas favorables solo ofrecen una mejoría en la evolución.
Prepararse para el previsible rebrote en otoño
Obviamente no sabemos cuándo, pero parece razonable pensar que en algún momento se avanzará, bien en la consecución de una vacuna, bien en la obtención de tratamientos de eficacia contrastada en ese momento habría que garantizar su acceso a toda la población y para prepararnos tenemos que considerar la necesidad de una empresa farmacéutica pública y de que tanto el tratamiento como la vacuna sean considerados bienes públicos de uso universal para evitar que alcancen precios inasumibles que impidan su acceso para la mayoría de la población.
Así las cosas, parece que esperar una vacuna o un tratamiento curativo a corto plazo es poco sensato, aunque obviamente puede haber suerte y producirse una sorpresa positiva. Por eso, es fundamental prepararse para el previsible rebrote en otoño, con un reforzamiento de la Sanidad Pública, dotándola con más medios y más trabajadores, mejorando las condiciones de su trabajo y la coordinación entre niveles y entre CCAA, potenciando la Atención Primaria y la Salud Pública, y disminuyendo la bronca política que tanto está interfiriendo en el abordaje de la pandemia, porque lo que está en juego es la salud de la población.